Puebla de Lillo
Ayuntamiento Puebla de Lillo, León
La villa de Puebla de Lillo es un nudo geográfico donde la naturaleza sembró un abundante cúmulo de delicias campestres.
Su asentamiento en una planicie a 1.157 metros de altitud permite el ensanche urbano. Confina su término con Cofiñal al norte, con Redipollos al oriente, con Rucayo y Camposolillo al mediodía y al poniente con Villaverde de la Cuerna.
La mayor parte de sus tierras son aprovechadas como pastos comunales independientes del área de praderías particulares que siegan sus propietarios, lo que viene a significar que es un núcleo eminentemente ganadero. Hoy cuenta ya con la concentración parcelaria que proporciona más comodidad para atender las explotaciones.
En Lillo se celebran dos importantes ferias de ganados a nivel regional, el 12 de septiembre y el 16 de noviembre, con el atractivo de concursos ganaderos vacuno y caballar selectos, acudiendo tratantes de lejanos confines.
El gremio de hostelería es puntero en el desarrollo de la actividad turística; cuenta con varias cafeterías, restaurantes y fondas. Hay piscina municipal, estafeta de correos, red de teléfonos, médico, A.T.S., veterinario, guardia civil, sacerdote, colegio de enseñanza, supermercado, panadería, carnicerías, comercios y estación de servicio de carburantes.
El paisaje de Lillo es incomparable en su atractivo singular nada mixtificado y en plena virginidad natural. Ofrece excursiones bucólicas por los antiguos caseríos de la Fombea, Pegarúas, La Foz y los Fornillos. El valle de Illarga con la fuente del Celorno es otro paraje de ensueño. Lillo es el pórtico de entrada a la estación invernal de San Isidro y en Lillo se enganchan los turistas entre los apetitosos guisos de su cocina y la hospitalidad de sus gentes de solera.
NOMINACIÓN
El latino nombre de «Pola», populum, pueblo, tuvo en el idioma leonés la variante de «pola[», que significaba hacer una reunión en el camino cuando se iba de viaje, aunque la abundancia de Pola, Poladura, Pobladura, en León y Asturias está relacionado con repoblaciones medievales en nuevos núcleos que recibían privilegios fundacionales a través de «cartas puebla» reales.
Puede caber que la «Puebla» fuese llevada a cabo por un personaje llamado Lillo, ya que Lillo se usó como nombre de persona; hoy se usa como nombre de mujer, «Lilia», derivado también de «lilium», lirio. «Lillo» es un fitotopónimo del latín «lilium», lirio. Dada la abundancia de lirios en la campiña regada por los cristalinos ríos del entorno, la población tomó el nombre de Lilium, que se correspondía con la flor de lis o lirio campestre, evolucionando a ¡ilio y por fin Lillo. En lengua celta-vasca también aparece ¡ili significando flor, lirio.
Sin embargo el agustino Padre Casiano García sostiene otra versión, donde Lillo proviene de los ¡ilios o ¡alios que eran las piedras con que las familias romanas coronaban los castillos de la Legión VII.
A la derecha de la villa hay una eminencia peñascosa donde se asentó el primitivo poblamiento romano, pues allí quedan restos de las fortificaciones. Ya en una escritura de Doña Urraca el 14 de mayo de 1099 hace donación de tierras «inter Lilium y Pennamián al monasterio de San Pedro de Eslonza».
LAS COMUNICACIONES
La carretera que sube de Boñar a la vera del pantano lleva a Puebla de Lillo, y unos metros más arriba se bifurca en dos ramales, uno en dirección a Cofiñal, sube por el puerto de las Señales y Tarna para ir al asturiano concejo de Caso o para seguir por Valdeburón a Riaño; la otra rama sube por Isoba hacia el puerto de San Isidro y su complejo turístico de invierno, enlazando con la que asciende del concejo asturiano de Aller.
Otros parajes con sustantividad propia son Pegarúas, los Fornillos y la Foz. Los principales montes en el término de Lillo se conocen con los nombres de Rebollares, la Silva, Polvoredo, el Robledo, Montevlgas, Vencueto de Peñalazar, Payanca, Celorno, Rodozos, el Atambado, Rebueno, Pingalutre, Campomuelle.
El monte más destacado ya de siglos atrás es el conocido como el Pinar de Lillo o Villaoscura, dentro del término de Cofiñal subiendo hacia el puerto de Tarna; lo elogia mucho don José María Goy en su novela costumbrista de la zona «Susarón». Los ríos que decurren por tierras de Lillo son: el Porma, cuya rama principal baja del Páramo de Remelende, el VIllaoscura, el Silvan que viene de Fontanamosa o Fuentehermosa por su valle, el Celorno que fluye del valle de Illarga y estos dos se enmaridan en el pueblo y riegan su vega principal.
Pinceladas históricas
Al margen del enorme y tosquísimo peñón que estuvo en el puerto de San Isidro conocido desde 1834, que contiene un epitafio de un Andoto Flavo, hijo de Areno, de 60 años, catalogado al nº 5675 del museo provincial, se mantiene por tradición el emplazamiento de un castillo de época romana en el prado del Torrejón, donde se encontraron ladrillos y tégulas con inscripciones y una conducción de agua, en la égida del regidor mayor municipal don Bonifacio Vegas.
El año 962 y en el 978 hay testimonio de ventas, una de ellas de Gudesteo al monasterio de Sahagún de pertenencias en Lillo.
El año 1169, en tiempos de don Fernando II, los hombres de Peñamián y Lillo defienden sus Fueros contra e! merino del rey.
Se cree que haya sido repoblada la villa de Lillo por Don Alfonso IX con carta puebla hacia 1212 porque donó una tercia al monasterio de Sahagún, tal y como la tenía antes de la repoblación.
En 1223 vendió la villa de Barbadello en tierra de Lillo a Nuño Froilaz. Alfonso, hijo del infante Don Juan, da a Diego Alfonso de Soller, tenedor del castillo de Castro nuevo, poderes para cobrar derechos y portazgo en Lillo.
Este castillo estaba cercano al puente de San Thirso en terrenos de Redipollos.
Diego Ramírez reconoció al obispo Don Gonzalo en 1342 el derecho a este castillo.
El año 1375 Don Diego Fernández Aller, padre de Don Suero de Quiñones, mandó en testamento heredades en Lillo y Cofiñal al convento de Valde Veneros y dio en herencia a sus hijos heredades, vasallos y señorío que tenía en Camposolillo, San Cibrián, Noamo (Namón), Lillo y Maraña que le había dado el rey Don Pedro I el Cruel. De ahí que Lillo era de los Quiñones.
En 1379 Don Juan I concede a petición del conde de Luna el privilegio a Puebla de Lillo, vasallos del conde Don Alfonso, para que anden salvos y seguros por todo e! reino con sus mercaderías, eximiéndoles de portazgos, peajes, pasaje, barcaje, ronde, castellería, asadura, maquilas, cuchares, ni les embarguen por las ventas y comercios que hacen por el reino como arrieros.
El privilegio se confirma por Enrique III, Juan II, los Reyes Católicos, Felipe II y Felipe III.
En 1442 Don Diego Fernández Quiñones, señor de Puebla de Lillo deja a sus hijos San Cibrián y Lillo, de esta fecha es el castillo de Lillo.
En el archivo diocesano hay en el códice manuscrito 23 una escritura de arriendo de las heredades que tenía el monasterio de Valdediós de la diócesis de Oviedo en el valle de Boñar, «desde Lillo hasta Barrios de Santa Colomba», fechada en la Mata de la Riba el 25 de abril de 1524.
En el códice manuscrito 1003, página 175, del año 1690, hay una información sobre limpieza de sangre, vida y costumbres de Don José Herrera Calderón, presbítero de León, capitular de la Compañía de los Ziento, arcipreste de Lillo y cofrade de la cofradía de los Nobles en la parroquia de Lillo.
En el códice manuscrito 1635, página 284, año 1721, hay una «Dispensa de defectum natalium» a un estudiante de Lillo para que pueda recibir las sagradas órdenes y gozar de los beneficios eclesiásticos en la diócesis.
El 16 de agosto de 1794 padeció esta villa un horroroso incendio que en menos de dos horas convirtió en cenizas más de 90 casas y cinco molinos.
EL TORREON DE LILLO
Puebla de Lillo fue una cabecera de comarca con situación estratégica señoreada por Don Diego Fernández Vigil, noble vasallo de los Trastámara, que rendía pleitesía al hijo de Don Enrique II el de las Mercedes, conde Alfonso Enríquez.
Este conde dirigió las intrigas políticas durante la minoría de edad de Enrique III el Doliente. Entonces entran en escena los Osorio de Astorga. Ya Alvar Pérez Osorio había sido investido del señorío de Villalobos por Enrique II en 1368, y el fiel vasallo se opuso con sus mesnadas a la invasión angloportuguesa de 1387 cuando el saqueo de Valderas, y bebieron el vino mezclado con sal. Las escenas y anécdotas de este Osorio son brillantísimas de fidelidad y entrega a la corona.
Su hijo Juan Álvarez Osorio casado con Aldonza de Guzmán juntaron un censo amplísimo de posesiones, desde el Luna al Esla, los condados de Porma y Colle, la merindad de Las Bodas, el valle de Aviados, Ferreras, Curueño, Lillo, Boñar, el Condado y los Oteros.
Juan Álvarez Osorio fue rival de Álvaro de Luna y del oscuro personaje de Mansilla Fernán Alonso de Robles, secretario de la reina y consejero del Luna.
Por un lío de faldas del Osorio con Inés de Torres, doncella de la reina, los nobles consiguieron alejarlo de la corte. Murió en 1417, pero en su testamento fundó el mayorazgo en favor de su primogénito Pedro Álvarez Osorio, que va a ser señor de Prioro, Morgovejo, Valderrueda, Valdesabero con los otros mis lugares que llaman «Aquende el Pando». Pedro Álvarez Osorio va a recibir el condado de Trastámara, desvinculado de la casa real en 1445. Ya el señorío de Lillo había pasado a los Quiñones en 1396 por confiscación de bienes y era dueño de la villa Don Pedro Suárez de Quiñones, conde de Luna y merino de Asturias.
El Osorio se casó con Isabel de Rojas que le aportó el señorío de la Cepeda y tuvieron diferencias con su primo Ramiro Núñez de Guzmán señor de Vegas del Condado y el merino de Asturias Diego Fernández Quiñones. Entonces surge una crisis con los Quiñones; el abad de San Isidoro tomó como encomendero al El torreón de Puebla de Lillo Osorio y se apartó del Quiñones.
El Quiñones que dominaba todos los puertos de la montaña estranguló el transporte de la sal de Asturias a los alfolíes de León, entre ellos al de Lillo y Boñar.
El conde de Luna va a ser el señor de la villa de Lillo, pero no será tan meticuloso como lo serían los Osorios marqueses de Astorga sobre Boñar, que tenían en su mano todos los cargos de gobierno.
El conde Luna se limita a cobrarles las alcabalas a los de Lillo, el impuesto de los servicios ordinario y extraordinarios a los vecinos de clase general, la fonsadera, el impuesto de Millares, la propiedad del puerto de San Isidro de 7.500 heminas, un foro perpetuo e irredimible sobre los campos comunales que sube a 154 reales. En fin, que el señor de la villa les cobra los dineros y no les oprime alegando derechos de gobierno.
El torreón de Lillo fue mansión señorial, baluarte defensivo del paso a las Asturias. Su vida se remonta ya al siglo XIV. Es un torreón cilíndrico que señorea el paisaje; tiene ocho metros de diámetro y dos metros más de grosor de sus muros, hecho de mampostería y mortero con tres pisos donde aún se aprecian las mechinas de las vigas.
En 1913 se aprovechó para casa de Ayuntamiento, se le hizo la portada, luego se fue arruinando poco a poco, aunque ahora se acometió su restauración por los organismos provinciales y regionales.
Los castillos en los pueblos se van desmoronando lentamente, en la conciencia de las gentes, en el substractum del alma del pueblo queda la reminiscencia de que el castillo es un símbolo de opresión, de diferencias sociales, del abuso del noble, por eso no se le presta cariño a sus reliquias y se vive de él con indiferencia, presenciando su caída por la erosión del tiempo. Pero al fin es un trozo de historia, con sus durezas y sus partes negativas porque así se hizo la historia y hay que aceptarla para escarmar en sus errores y recoger lo positivo para crear una convivencia más dulce. La historia es una didáctica de pragmatismo, ha ser maestra de la vida y hay que tomarla con sus defectos y sus virtudes, unos para corregirlos y otras para engrandecerlas.
Los TEMPLOS RELIGIOSOS
Han desaparecido templos devocionales que canalizaban el fervor de las gentes. Hoy tan sólo quedan vigentes la ermita de la Virgen de las Nieves y la de la Virgen de Pegarúas.
LA ERMITA DE LAS NIEVES.
En la Vega, poco antes de llegar a la villa y formando parte de todo el complejo de ocio municipal destaca esta bella ermita mariana con el Susarón de frente y el Mampodre a la vista. La silueta de la ermita emerge blanca y cuidada.
En su construcción influyeron personajes de alta influencia eclesiástica, uno de ellos fue obispo de Jaca, Zaragoza y Túy, monseñor Don Juan Manuel Rodríguez Castañón, el mecenas de Lois que levantó la catedral de su pueblo en mármol de la tierra. El otro personaje fue su tío, hermano de su madre, el prior de San Marcos de León y visitador de la Orden de Santiago, monseñor Diego González Castañón, de quien ya hemos hecho referencia. Falleció en 1730. Ambos costearon las obras de la ermita de las Nieves.
La fábrica de la ermita es un edificio rectangular de una sola nave con muros de mampostería y contrafuertes laterales. La portada es neo clásica y barroca su espadaña de sillería con tres troneras campaniles. La precede un portal moderno a dos aguas con arco de ingreso a medio punto.
La imagen mariana es neoclásica en pie y con el Niño en brazos.
Su fiesta se celebra el 5 de agosto con gran afluencia de pueblos vecinos de los valles de León y Asturias; hay procesión desde la villa con dulzaineros y gaiteros, concelebrantes, pendón y cruz procesional.
El entorno de las Nieves es el pulmón del ocio de Puebla de Lillo, piscinas, bares, bolos, una gran concurrencia estival de turistas y veraneantes. El paraje es de una belleza sugestiva recortándose las montañas al fondo como senos de diosas.
La visita a la iglesia.
Se emplaza el templo en el centro de la villa, muy cerca de la plaza. En sus inmediaciones hay una hermosa portada en piedra de una gran finca, que hoy luce una majestuosa mansión. Aquí estuvo instalado el hospital de peregrinos. Ya en el Catastro de la Ensenada se habla de este hospital, atendido por los mayorazgos de don Manuel Rodríguez vecino de Lillo y don Rodrigo Hevia vecino de Pino, del concejo de Aller.
Este hospital se reconstruyó a los pocos años, en 1765 y da fe de ello la inscripción de su portada embellecida por una labra heráldica que representa al torreón de la villa, el árbol, los calderones y el lebrel.
La iglesia tiene una torre de espadaña acaparrada de la misma fecha que la iglesia, del siglo XVIII. Es muy alto el campanario, con escalera exterior de 31 banzos de piedras enormes y 8 banzos de cemento.
Hay dos campanas, la menor de 1921, dedicada Puebla de Lillo, siendo presidente Tomás González y la mayor de forma romana, muy bella, mandada fabricar por Pedro Mata, dedicada a San Vicente de la villa de Lillo, pero no pude leer la fecha porque sale fuera del acceso a ella y ofrece peligro. En la base hay una portada de medio punto, pequeña y cegada de pared, inutilizada.
El interior del templo:
La portada lleva un arco de medio punto, enmarcado en un alfiz, todo en piedra.
Hay una sola nave, con dos capillas en el muro izquierdo, una dedicada a baptisterio con gran pilar del XVIII, muy tallada y dividida su semiesfera interior en dos mitades por una pared de mármol negro. La otra capilla está dedicada a la Virgen de Guadalupe y Santiago, donde se celebraba misa de alba para pastores y labriegos; tiene un arco de piedra de medio punto.
La nave de la iglesia es amplia, con cuatro arcos fajones apuntados. Las dos columnas del presbiterio son prismáticas cuadrangulares y las otras seis del resto de la nave son semi cilíndricas a la vista; todas de piedra sillería. Las dos bóvedas son de crucería.
El retablo es neoclásico, la talla de San Vicente es del siglo XVIII, las demás imágenes no tienen valor, son de escayola. En la parte alta hay un relieve que representa a la Virgen del Carmen. La madera del pavimento del presbiterio es de tablones de pino, que lo hay en abundancia en el pinar de Puebla de Lillo. Hay un bonito retablo barroco. En el retablo del muro de la derecha hay un Cristo del XVIII.
A la sacristía se accede por una portada de arco de medio punto muy bajo. Las dos pilas de tomar agua bendita están embutidas y son de mármol negro, muy hermosas, coetáneas del templo.
El conjunto del templo es de bello empaque.
La ermita de Pegarúas
Deseábamos ir a la ermita de la Virgen de Pegarúas, que dista media legua, pero lo avanzado de la hora crepuscular del atardecer y la meteorología ya que comenzó a nevar nos frenaron. Sólo podemos decir que es una ermita con muy escaso culto, que se halla en el camino de la mina de talco, que su imagen mariana es de tallistas de la comarca, de aquellos santeros que se dedicaban a fabricar imágenes para toda la comarca, como en el siglo XVIII había dos imagineros tallistas en Taranilla, Domingo Díez y el regidor por el estado noble Dionisio Reyero, que tallaron multitud de imágenes para crecido número de pueblos. A Pegarúas acuden las gentes en devoción popular para impetrar los beneficios de la lluvia en épocas de sequía.
ALGUNOS DATOS DE PUEBLA DE LILLO EN EL CATASTRO M DE LA ENSENADA
Fecha del documento: 13 de agosto de 1753
Juez subdelegado: Juan Reyero Coronel
Categoría: Villa
Nº de vecinos: 133
Nº residentes: 19
Nº Casas habitables: 145
Molinos harineros de una rueda: 8
Fuente: Las cabeceras del Porma – Matías Díez Alonso y Olegario Rodríguez Cascos.
Catastro Marqués de la Ensenada. Archivo provincial de León