29-12-2009
En la Nochebuena y Navidad, se compartían costumbres en todos los pueblos vecinos, a excepción de la misa de gallo, que se celebraba únicamente en aquellos que tenían curato propio, el resto de las celebraciones no irían mucho más allá de la cena, compartiendo en familia la liturgia de la mesa para disfrutar juntos de ella.
Desde mi punto de vista, el día más importante de estas fiestas, era y es, el día de Reyes. Seguro que por haberse quedado grabado en mi memoria aquellos recuerdos de la niñez en Lodares, cuando nos daban los aguinaldos y también porque, en alguna ocasión, llegaban los Reyes magos montados a caballo o burro en lugar de camellos, a consecuencia de la gran cantidad de nieve que caía y a la que los camellos no estaban tan acostumbrados a pisar.
Esto último, nos lo decían a los pequeños que nos lo creíamos a pies juntillas, sin darnos cuenta por la emoción del momento, que los caballos eran el Caín de fulano, el Tolón de mengano y la burra del tío no se quién.
El acto principal de este día de Reyes, era como no podía ser de otra manera en la zona y en la época, la celebración de la misa.
¿ Han picado ya? es lo que nos preguntaría nuestra madre, que había oído tocar las campanas hacia un rato, apresurada haciendo en la lumbre las patatas con costilla y sacando las rodajas de lomo de la olla barriguda, mientras nosotros estaríamos calzando las madreñas y a punto de escapar para la Iglesia. Si la respuesta era afirmativa, ella saldría corriendo calle arriba intentando mantenerse en pie sobre la nieve helada, a la vez que iba colocándose el velo y santiguándose para ganar tiempo.
En el pórtico esperaban todos los hombres, apurando el último cigarro de cuarterón antes de entrar, mientras especulaban sobre la próxima nevada, sobre la hierba que les quedaba en la tenada, si llegaría, si o no para pasar el invierno.
Bien arropados, quitábamos para entrar únicamente la boina y las madreñas, que quedaban a la puerta debidamente colocadas; las de los hombres a un lado y, las de las mujeres, al otro, lo que permitía saber quién había entrado y quién no.
-¿Ha venido tú madre? –preguntaban …
-No, porque no están las madreñas…
Ya en la Iglesia, todos en su sitio. Los guajes, en los primeros bancos, después las mozas, luego las mujeres mayores, arrodilladas en sus reclinatorios y todas con velo. Los hombres y cantores subidos al coro y los ancianos bajo éste.
Durante el Credo y el Gloria, el señor cura se sentaba en un “sillón imperial” adornado para la ocasión por las mayordomas, con pañuelos blancos, lazos y puntillas de seda, del que también colgaban mantecadas o rosquillas.
Cuando terminaba la misa, la gente esperaba en el pórtico, mientras las cantoras, los mozos y los monaguillos, comenzaban a cantar rindiendo un homenaje al cura en el interior de la iglesia:
Salga Señor Cura salga,
salga de la sacristía
que le estamos esperando
para dar los buenos días.
Por encima la cabeza
del que la misa decía,
revolaba una paloma,
era la Virgen María.
Buenos días, buenos días,
Santos Reyes le ofrecemos
en una silla imperial
en el cielo nos veremos.
Mientras cantaban esto, los mozos sacarían el “sillón” al pórtico, dispuesto para sentase el señor cura y llevarle a hombros a su casa, momento en el que las mozas, volvían a cantar:
Mozos agarrar la silla
para llevarle a su casa,
a este digno sacerdote,
el que la hostia consagra.
Ya con el señor cura a hombros, los mozos espetarían bien los tarucos de las madreñas en el suelo para evitar un resbalón más que posible, saliendo del pórtico y detrás de ellos, todo el pueblo en procesión hasta llegar a su casa. Allí, a la puerta, lo bajarían para, tras él entrar a la cocina, donde obsequiaría con un par de tabletas de chocolate como aguinaldo a mayordomas y mozos.
Los rapaces, algo nerviosos ya, esperábamos que todo aquello acabase para que la gente volviese a su casa y así nosotros poder ir a pedir el aguinaldo ya antes de comer. Lo hacíamos en casa de los padrinos y en la de los familiares más cercanos, aunque también era común que en casas con las que no había ningún parentesco, cayese algo. Y si nada que ver con lo que se lleva hoy en día, un niño de aquellos años se vería totalmente recompensado y feliz cuándo, metido en una caja de zapatos, nos echaban un puñado de higos, quizá media corra de chorizo, algún trozo de turrón, una docena de avellanas, otras tantas castañas, peladillas y puede que alguna peseta de papel, eso sí, generalmente impoluta, recién sacada del banco.
Por la tarde, a la chavalería nos prepararían una chocolatada en alguna casa donde merendaríamos todos juntos.
La juventud, también pedían su aguinaldo por alguna casa, si con lo que les habían dado señor cura y presidente no llegaba, para, al oscurecer, merendar en la “casa concejo” al calor de la chimenea alimentada con troncos de roble y la que todavía guardaba rescoldos del concejo de San Silvestre que habían celebrado días atrás los hombres. El vino lo costeaba el pueblo, aunque eso sí, para que no hubiese excesos, el presidente encargaría a una persona de gobierno para que fuese a servirlo. Al final, la merienda terminaría con una gran chocolatada para, a media noche, las mozas irse cada una para su casa, mientras los mozos seguirían un rato más.
Los belenes vivientes no eran lo común en la zona, aunque alguna vez se hicieron, al menos en Lodares, siendo el último que se recuerda en el año 1942. En una era de la cortina, fue donde se hizo el montaje, siendo los protagonistas principales: mis hermanos Jesús y Sara, de Herodes y niño Jesús, Julio Díez de San José: Rafael González de paje, de Virgen María, Consuelo Rodríguez, y de Reyes Magos: Gaspar Martínez, Isidro González (padre) y Celedonio Fernández.
Refiriéndose al “sillón imperial” en los concejos de Boñar, Vegamián y Reyero, don Daniel Reyero (párroco que fue de Lodares) escribía en 1924, que “el uso de éste está en decadencia en los pueblos de los referidos concejos, y que en el de Reyero no existe, aunque en Pallide, engalanan en su lugar un carro del que tira una yunta de bueyes, conduciendo al Párroco desde la Iglesia a la casa rectoral”.
Desde luego, en el caso de Lodares, Utrero, Armada y Vegamián al menos, parece que esa costumbre siguió prácticamente hasta el final de sus días. Si hoy tendría continuidad o no, ya nunca lo sabremos. En el caso del carro engalanado de Pallide, si sabemos que hace más de treinta años que se perdió, y no parece descabellado pensar que en todas partes, con pueblo o sin él, los Reyes magos terminarán siendo recordados exclusivamente como una tradición antigua ya en desuso. La influencia americana, con su cine y ese gordinflón gateando hasta las ventanas ya días antes de la Navidad, hace que nuestros hijos y nietos lo conozcan más a él que a los míticos Melchor, Gaspar y Baltasar.
¡ Feliz año nuevo ! y que los Reyes sean generosos con todos el próximo 2010.